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«Unos treinta años antes, Jed había hecho un viaje al Ruhrgebiet, donde iban a organizar una retrospectiva muy amplia de su obra. De Duisburg a Dortmund, pasando por Bochum y Gelsenkirchen, la mayoría de las antiguas fábricas siderúrgicas habían sido transformadas en centros de exposiciones, espectáculos, conciertos, al mismo tiempo que las autoridades locales intentaban implantar un turismo industrial fundado en la reconstrucción del modo de vida obrero a principios del siglo XX. Toda la región, de hecho, con sus altos hornos, sus escoriales, sus vías férreas abandonadas, donde terminaban de oxidarse los vagones de mercancías, sus hileras de barracones idénticos y bastante pulcros, a veces amenizados por jardines fabriles, se asemejaba a un conservatorio de la primera era industrial europea. A Jed le había impresionado entonces la densidad amenazadora de los bosques que rodeaban las fábricas al cabo de apenas un siglo de inactividad. Sólo habían rehabilitado las que podían adaptarse a su nueva función cultural; las demás se desintegraban poco a poco. Aquellos colosos industriales, donde antaño se concentraba el grueso de la capacidad productiva alemana, ahora estaban herrumbrosos, medio derruidos, y las plantas colonizaban los antiguos talleres, se infiltraban entre las ruinas y las envolvían gradualmente en una selva impenetrable.

La obra que ocupó los últimos años de la vida de Jed Martin puede, pues, considerarse una meditación nostálgica sobre el fin de la era industrial europea, y más en general sobre el carácter perecedero y transitorio de toda industria humana.»

Michel Houellebecq «El mapa y el territorio»

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«Lady sings the blues»

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